Escuchar el concierto de Año Nuevo en un receptor de radio de válvulas de primeros del siglo pasado, es una afición y un placer que algunos compartimos.
Son aparatos que hay que restaurar, ajustar y cuidar con mimo, y entonces, agradecidos, nos corresponden con generosidad.
Perseverantes cual Sísifos modernos, revivimos éstos equipos una y otra vez, año tras año, para recodar y para recordarnos que otros escenarios tecnológicos industriales y económicos son posibles, más allá del insostenible ciclo de producir, consumir usar y tirar.
Con ello también rendimos un modesto homenaje reviviendo por unas horas a aquellos anónimos artesanos, hoy ya desaparecidos, que con sus manos, unos alicates y alambre construyeron —las puntas de los dedos requemadas por el soldador— pieza a pieza estas hermosas radios de voz cavernosa y profunda, para dar información entretenimiento y vida a tantas familias.
Aparatos que, ignorantes de la obsolescencia programada, siguen funcionando, al pie del cañón, un siglo después.
Feliz Año Nuevo!